20070515

¿Y si en lugar de besos fueran abrazos? (primera de muchas)



En la ruta del desquicio, Juan se inquiere y reconviene en apostar el doble. Al desnudo desamor arrojado contra el mármol corre a cubrirlo para ocultarlo. Y en perfecto castellano lo mandará al reverendo carajo para que no se acerque más a su vida.
Es de noche, una inquietud lo despierta. Tiene contraídos los músculos y una sensación de náusea se le estaciona entre el pecho y la garganta, y le sube por las mandíbulas. Se levanta de la cama. Camina ciego por la casa a oscuras. Está tan solo como ese tiempo en el que la humanidad no tuvo más dioses y el Cristo no había llegado (Yourcenar). Busca el abrazo. Y no lo encuentra. Sólo lo ve.
Algo dentro de Juan acaba de romperse, y no es su culo precisamente.
Por la mañana se levantará con la resaca. Con el gusto amargo en su boca. Y pasará rara toda la jornada.
Días más tarde, la fatalidad le escupe la razón de aquél desgarro (que tenías sentimiento, cabrón).
Juan ha vuelto a la vida (se la han devuelto).